LO QUE DEJA IR AL CINE, CARLOS CASTILLO

El otro día me dispuse a ir al cine en una terapia ocupacional para pasar un buen momento y olvidarme por un instante del estrés que causa la crisis económica, los problemas de la vida cotidiana que nos aquejan y del mal gobierno que dice gobernarnos.

Vi una película que lleva como titulo “desaparecidas” (The Flock) un poco por el morbo de ver actuar a Avril Lavingne (que por cierto casi ni sale en la película y ni actúa), y otro poco porque era lo único que estaba disponible en cartelera ya entrada la noche de un tradicional miércoles de 2 x 1.

Me encaminé a la taquilla, pedí mis boletos y fui rumbo a la sala correspondiente. Después de los aburridos 15 minutos de anuncios y recordatorios de “apague su celular” que nadie apaga, empezó el citado largometraje a veces grotesco del director Andrew Lau; sobre el abuso sexual hacia adolescentes en el vecino e imperialista Estados Unidos. En pantalla aparece Richard Gere un agente federal especializado en delitos sexuales que busca frenéticamente al responsable de la desaparición misteriosa de una joven (Kristina Sisco). En su travesía acude a un grupo de rehabilitación de ex abusadores sexuales. A los cuales tortura, humilla y veja esperando encontrar la verdad y con la teoría de que entre ellos se encuentra el culpable.

A través del arte somos sujetos de estrategias que buscan influir en nuestro criterio y en nuestra percepción de la realidad, en el caso de este film es muy evidente que estamos ante un sistema que pretende legitimar y reproducir una serie de actos como naturales, normales e inclusive legales como es el caso de la tortura y de la violencia del más fuerte y poderoso ante el más débil. No es mi interés el defender a los abusadores sexuales ya que no soy del clan del gober precioso, pero de ninguna manera en búsqueda de la justicia se justifica la violación de los derechos humanos, de esos que aunque a los usurpadores del poder se les olvide todos los poseemos con el simple hecho de nacer.

Es muy riesgoso el efecto que puede causar el ver en pantalla lo anterior, ya que pudiera suceder que en un momento, sin darnos cuenta; nos confundamos entre una historia ficticia y lo que vemos a diario en TV: un Estado autoritario, policiaco, represor y militarizado que so pretexto de la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado viola el derecho constitucional al libre tránsito pero no sólo eso, asesina y tortura a cientos de miles de personas inocentes con la premisa de que el presunto culpable se convierte de facto en delincuente.

No estoy pretendiendo la censura ante las manifestaciones del arte, en este caso el cine, simplemente defiendo la premisa de que debemos estar al pendiente todo el tiempo, que no sea normal lo anormal: el exceso del “uso legítimo de la fuerza” y del poder. No perdamos la capacidad de asombro y no justifiquemos nunca la vejación del más fuerte al más débil y vulnerable.

No soy critico de cine ni aspiro a serlo, sólo quise compartir las reflexiones que dejan una noche de miércoles de 2 x1 en está caótica ciudad de puentes inaugurados, de calles cerradas por obras por concluir y de conductores apurados porque mañana habrá que lidiar con el tráfico para dejar en la escuela a los niños.